Seis décadas de profesión
José Ángel González
Colegiado 2381
Director de Fisioteràpia al Dia
Han pasado sesenta años, y parece que fue ayer, según nos describen los pioneros a quienes hemos tenido la fortuna de conocer detenidamente, como Manuel Valls, uno de nuestros más relevantes adelantados: seis décadas han dado para mucho, y en el caso concreto de nuestra profesión el avance ha sido rapidísimo, tal como nos describe Valls: la Fisioterapia ha manifestado un desarrollo y despliegue en poco más de medio siglo de vida que no se ha visto en ninguna otra profesión.
En mi faceta de historiador suscribo las palabras del profesor Valls: es muy difícil compararse con otra profesión que en sesenta años haya tenido una puesta en marcha tan intensa, partiendo prácticamente de la nada, y con un desarrollo académico, científico y sociosanitario tan amplio, pese a seguir siendo un colectivo reducido numéricamente en comparación con otras profesiones sanitarias del calado de la medicina y la enfermería, que además cuentan con siglos de experiencia… Y sin embargo, señala Valls (léase la intensa “Tertúlia” de este monográfico), estamos equiparados con ellas prácticamente en todos los aspectos que acabo de mencionar.
Dado que contamos ya con una incipiente e interesante historiografía al respecto, permítanme resumirles los rasgos que considero más destacables a lo largo de este breve pero intenso recorrido corporativo, al tiempo que les remito, si desean profundizar en los detalles, a los tres textos históricos que, precisamente, han sido elaborados desde la misma Comunidad Valenciana: me refiero a los manuales de José Francisco (Pepe) Meliá, José Lendoiro y el de un servidor, todos ellos publicados recientemente en Valencia y con la inapreciable participación del ICOFCV.
Lo primero que cabe señalar, como ya conocerán muchos lectores, es el carácter pionero que ha tenido esta tierra en el escenario fisioterápico español, siendo la Escuela Departamental de la Facultad de Medicina de Valencia una de las que alumbró la puesta en marcha de la titulación en 1957, originalmente como una especialidad de la Enfermería, donde tuvo un papel clave el doctor Caballé Lancry. En esos primeros años estudiaron Fisioterapia algunos de nuestros pioneros aún presentes, como Manuel Correas y Manuel López Cuesta, y quienes los lectores podrán conocer más a fondo en el interior de esta publicación. Pero el liderazgo valenciano quedó remarcado con la primera Escuela Universitaria de Fisioterapia aparecida en España en 1983, actualmente una de las pocas Facultades de Fisioterapia que como tal existen. Y liderada en su origen por Francisco Gomar, el primer catedrático de Traumatología en España.
Precisamente el profesor Gomar tuvo el acierto de imprimir un marcado carácter deportivo a la titulación que, con indudable influjo británico, se instauró desde Valencia por toda España a partir de los ochenta. Y es que para el doctor Gomar, como señala nuestra tertuliana, la profesora Ana Garés, la buena forma física era crucial para desempeñar la profesión; y si no, que se lo digan a las generaciones enteras de alumnos forados férreamente en Educación Física con el eminente profesor Maeso, todo un referente como preparador físico de deportistas de élite.
Son muchos los docentes que han destacado durante los sesenta años de enseñanza de la Fisioterapia en nuestra comunidad, partiendo originariamente de la ahora denominada Facultad de Fisioterapia de Valencia (de ahí que la hayamos elegido para nuestra portada y como foro en la entrevista múltiple de “La tertúlia”), donde han dejado gran impronta profesores como Manuel Valls, Pepe Meliá, Ramón de Rosa, Pedro Vergara, Emilio Muñoz, Felipe Querol (aún en activo)… todos ellos magníficos fisioterapeutas que supieron desarrollar sabiamente su faceta docente.
Similar labor supieron gestionar posteriormente los pioneros de la docencia fisioterápica en el resto de universidades de la región valenciana, empezando por la Universidad Miguel Hernández, con Vicente Toledo y Marisa Bataller como primeros profesores de Fisioterapia; y la Universidad CEU Cardenal Herrera, donde los profesores Javier Montañez y Pedro Rosado implementaron exitosamente la primera promoción en universidades privadas, a las que se sumaron la Universidad Católica de Valencia y, ya recientemente, la Universidad Europea de Valencia.
Otro elemento crucial ha sido el desarrollo corporativo, partiendo en 1969 de la creación de la Asociación Española de Fisioterapeutas (AEF), que de nuevo contó con dos figuras autóctonas entre sus “padres” fundadores: el alicantino José Llopis y el valenciano Joaquín Montenegro. La AEF fue sin duda un elemento polarizador de la profesión durante sus tres primeras décadas de vida, con varios representantes del colectivo en nuestra región como Enrique Bernal, Donato Navarro o Pedro Rosado; pero no será hasta la aparición de los colegios profesionales, a partir de los años noventa, cuando el colectivo profesional complete su desarrollo normativo y se consolide socialmente En nuestro caso, como es bien conocido, el ICOFCV nace en el año 2000, y aunque remito a nuestros lectores al especial de FAD conmemorativo del 15 cumpleaños de nuestra institución para conocer más detalles históricos del Colegio, debemos recordar el papel clave de esa primera Junta de Gobierno que contó con fisioterapeutas ya entonces veteranos como López Boluda, Vicente Bou, Vicenta Fortuny, Hortensia Vaello, Celedonia Igual, Antonio Font y Pepe Meliá. No podemos olvidar tampoco la labor de otros directivos del colegio profesional que participaron intensamente en su crecimiento, como mis buenos amigos Jaime Martínez, Vicenta Díaz y Manolo Ávila hasta llegar a la actual directiva, liderada por nuestro decano Josep Benítez (también un referente en la docencia actual de la fisioterapia) y en la que cuento con unos magníficos compañeros de viaje que están dejando “el pabellón muy alto” en la gestión del ICOFCV.
En estrecha relación con el aludido escenario corporativo está el mundo científico y académico, donde me atrevo a decir que el éxito profesional ha tenido su más fiel reflejo, tanto por la proliferación de escuelas y posteriores facultades de fisioterapia para formar fisioterapeutas (en muchos casos también en facultades de medicina o de ciencias de la salud) como por la extensa oferta de postgrado disponible, que a mi juicio tiene dos obvias razones: el afán de continuo conocimiento de los profesionales de la fisioterapia y la creciente demanda de servicios fisioterápicos por parte de la sociedad, que cada vez tiene más claras nuestras posibilidades y los beneficios para su salud. Y es que el impacto de la Fisioterapia en la sociedad española y valenciana es indudable, reforzada por su papel en el mundo deportivo y su plasmación en los diversos medios de comunicación y redes sociales.
Permítanme que, llegados a este punto, les recalque el papel mediático, además de científico, que ha significado para la Fisioterapia el poder contar en las últimas décadas con un ingente cuerpo de profesionales formados con la mayor cualificación académica. Me refiero a los numerosos fisioterapeutas que se han doctorado recientemente, hasta el punto de que puedo presumir de conocer directamente a más de un centenar de ellos (algo inusitado en un colectivo relativamente pequeño). Este hecho es todo un orgullo para el citado y querido profesor Valls, que bien conoció de cerca las dificultades de esos primeros fisioterapeutas para abrirse camino en el mundo académico.
Pero fíjese, amable lector, hasta qué punto estamos implicados la mayor parte de los “fisio” con en la dedicación y, permitan la sentida expresión (que tomo del gran pionero Manuel Correas, al que espero lean también con agrado), el amor por la profesión, que han sido tales que muchos de nuestros referentes lo han legado a sus propios hijos, como son los casos de los citados Manuel Correas, Donato Navarro, Vicente Toledo, Enrique Bernal y Felipe Querol, así como los veteranos Mariano Baeza (precursor en Elche), Miguel Ángel Silvestre (referente en Castellón), Antonio Jorge Luna (coordinador en el Hospital General de Elche).
Es más, contamos con varias generaciones que personifican este marcado carácter vocacional y familiar en la fisioterapia valenciana: tan solo hay que fijarse en las familias Bou en Massanasa, Lledó en Alicante, Font en Villareal, Granell en Burriana…. Numerosos hijos que siguen la estela de sus padres fisioterapeutas, ¡todo un ejemplo!
Y si seguimos por estos derroteros, qué no decir de los numerosos matrimonios que se han plasmado por la complicidad tan intensa entre fisioterapeutas como Manuel López Cuesta y Amparo, su primera esposa; los pioneros Pedro Jordá y Esther Carreres (de la histórica primera promoción de 1957); los veteranos matrimonios de Amadeo Fernández con Mª Carmen Muñoz, y de Marisa Ricart con Guillermo Quintana; o los de mis apreciados Pedro Rosado y Victoria González (con fuertes raíces en el hospital La Fe de Valencia, que ha presenciado más uniones también), y, una vez más, el gran Felipe Querol con su esposa Amparo Giner.
La lista de uniones endogámicas profesionales puede ser larguísima, pues debo decirles que en mi propio entorno laboral así sucede también (y no cito más compañeros por aquello de no transgredir su privacidad sin previo aviso), pero el caso es que también son numerosos los matrimonios de jóvenes “fisios” que ejemplifican no tanto lo que se viene a llamar endogamia profesional sino más bien, desde mi punto de vista, una profunda implicación en la dedicación a nuestro trabajo, hasta el punto de que marca nuestras relaciones sociales y familiares.
Por último, quisiera concluir este breve repaso recordando algunas de las figuras que nos han dejado ya (ver abajo “In Memoriam”) pero han marcado una impronta significativa en este devenir de seis décadas de profesión.
A todos ellos, tanto los ausentes como los aún presentes, ¡gracias por su aportación a la Fisioterapia!