Felipe Querol
Colegiado 52
Profesor Titular Universitario de la Facultad de Fisioterapia de la Universidad de Valencia
Como resultado de la búsqueda en un diccionario (incluyendo Wikipedia) de la palabra “praxis”, además de su significado: “práctica”, “acción”, encontramos frases como: actividad destinada a obtener un resultado (Diccionario enciclopédico Larousse).
La frase señalada me parece especialmente oportuna para hablar de la buena praxis en la docencia, concepto que fue el motivo de algunos comentarios y que parece el objetivo de esta disquisición, porque lo que a continuación escribo no es una clase, ni un trabajo científico, son tan solo comentarios que surgen casi todos los años en los primeros cafés con los amigos y colegas que nos dedicamos a la docencia, cuando iniciamos el curso escolar.
Tal y como he señalado, este mismo año, en la cafetería frente a la facultad, en este mes de septiembre 2017 escuchaba este comentario: -“Para obtener un buen resultado hacen falta tres cosas, que nosotros “queramos enseñar”, que ellos “quieran aprender” y “un buen hilo conductor” -. No me quedé a escuchar la conversación completa (me hubiese gustado oír la definición de “hilo conductor”), tenía que atender una clase, pero recordé que días atrás un buen amigo me había sugerido (más bien obligado) a que contara algunas experiencias, incluyendo anécdotas, relacionadas con la fisioterapia, la docencia y la buena praxis.
Y así comienza esta disertación sin detenimiento ni método.
Primero porqué yo: pues probablemente porque llevo dedicado a la fisioterapia casi 50 años, porque mi primera toma de contacto con la Fisioterapia data de 1970, en la Escuela Departamental de Fisioterapia que dirigía el Profesor Caballé; tal vez porque mi primera experiencia docente fue una conferencia que tuve la oportunidad de dar ese mismo año a enfermería, quizás porque aún siendo alumno de enfermería (1967-68) recibí unas clases de un excelente fisioterapeuta, también licenciado en medicina, un buen amigo ya fallecido cuyo nombre no olvidaré: el Dr. Edelmiro Barberá, nos habló de la cefalea y la masoterapia. Y aquella “actividad”, porque fue una clase teórico-práctica, dio un excelente “resultado”, lo que parece una “buena praxis”, yo aprendí a aliviar la cefalea con unas técnicas de digitopresión que desconocía totalmente. Había alguien con voluntad de enseñar, varios alumnos con voluntad de aprender y tal vez el “hilo conductor” se relacione con el ambiente de un auditorio reducido (no éramos buenos, éramos pocos “alumnos” y muchos y buenos profesores).
Y al “hilo conductor” del anterior comentario, de ahí mi afición a las preguntas continuas en las clases, que les ponen “bastante nerviosos”, y que les obligan como mínimo a mantener la atención y a revisar lo que no supieron responder o no se atrevieron a hacerlo. En la Escuela Departamental de Fisioterapia éramos muy pocos alumnos, para muchos profesores y todos tenían algo que preguntar. Yo me siento satisfecho de la docencia que recibí. Creo que aquello fue una buena praxis.
En un reciente trabajo (2016) sobre la buena praxis, en la Revista Electrónica de Investigación Educativa (Mendieroz A y Fiz R, 2016), se recogen las características de una “buena docencia”, las características de una buena y una mala praxis. La tabla es literalmente idéntica a la publicada (ver pdf adjunto) y se cita acorde a las recomendaciones de la revista. He creído conveniente señalar de forma textual el sistema de categorías empleado para desarrollar la cuestión porque su simple lectura (sin detenimiento) representa 5 minutos. Si reflexionamos tan solo 30 segundos sobre cada uno de los ítems y lo acoplamos a nuestro quehacer docente diario, esa reflexión, aunque solo fuera una vez al año, daría lugar a una mejora en nuestra praxis.