Gestión en fisioterapia: ¿tenemos calidad?

 

Gestión en fisioterapia: ¿tenemos calidad? -Revista FAD Colegio de Fisioterapeutas Comunidad Valenciana

José Ángel González

Colegiado 2381
Director de Fisioteràpia al Dia
Miembro de la Junta de Gobierno del ICOFCV

Ex-coordinador del Departamento de Salud Valencia-Hospital General

Como bien dice mi apreciado y admirado compañero, el profesor Felipe Querol, cuyo artículo  editado en este número espero que les provoque, cuando menos, una grata lectura, a veces los profesionales de la fisioterapia hemos destacado no por ser buenos ni malos, sino por ser escasos…

Y un bien escaso, sin duda, ha sido la gestión directa de su profesión por parte de los fisioterapeutas hasta hace pocos años, con contadas excepciones si consideramos algunos aventurados emprendedores particulares o instituciones pioneras como la Asociación Española de Fisioterapeutas (AEF). ¿Por qué? Por una sencillísima razón: fueron escasos los fisioterapeutas que inicialmente ejercían de forma independiente, autogestionando sus propias clínicas (recuerdo al lector que muchos colegas trabajaban por cuenta ajena, o bajo la dependencia de diferentes clínicos, por no hablar de la actual dependencia de otros colectivos en la sanidad pública a la que hacen bastante alusión mis colegas Llácer y Polo en sus respectivos artículos), y en el terreno corporativo no podemos hablar de colegios profesionales hasta bien entrados los años noventa (recuerden que el nuestro se constituyó en el año 2000). Así que lo dicho: por lo expuesto podemos colegir que como profesión venimos contado con pocos atisbos de gestión hasta el momento, si miramos atrás en el tiempo.

Pero no vayan a pensar que están leyendo el Rincón Histórico de FAD. Es mi intención disertar aquí sobre el presente de la buena gestión fisioterápica… y sus posibilidades futuras.

Es cierto que en la actualidad el grueso de nuestro colectivo realiza el ejercicio privado de la profesión, con numerosas clínicas de fisioterapia a cargo prácticamente de una sola persona, de ahí la imperiosa necesidad de saber gestionarse, al margen de un buen asesoramiento tanto jurídico como fiscal (aprovecho para recordarles que el ICOFCV presta servicio en ese sentido). Claro, que llegados a este punto, se hace necesario recalcar la importancia del marketing, de los estudios de mercado, de la óptima utilización de nuestros recursos… Y de tamaña empresa estuve departiendo hace poco con otro de nuestros referentes a este respecto en una frugal pero intensa comida de trabajo: Vicente Lloret, un colega de lo más “smart”, a cuyo “culinario” artículo de este ejemplar les remito encarecidamente. Y es que el bueno de Vicente, todo agudeza y sentido común en Fisioterapia, me enfatizaba en esta cuestión “prínceps”; esto es, que los fisioterapeutas deberíamos conocer, cuando no dominar, la faceta de gestión en nuestra profesión. Y digo yo: ¿a qué esperamos?

Harina de otro costal es ya cuando hablamos sobre la gestión de un colectivo, bien sea en equipos reducidos como clínicas de fisioterapia o clubes deportivos, donde un fisioterapeuta lidere el equipo (valga la redundancia) de profesionales sanitarios o gestione parte de su labor; o en instituciones de diversa índole o cometido:

-Las asistenciales, tales como departamentos públicos de salud, hospitales o mutuas
-Las docentes, tales como facultades, departamentos e incluso asignaturas, donde permítanme que haga un guiño a magníficos jefes de departamentos de fisioterapia que he conocido como Manolo Valls, Felipe Querol o Pedro Rosado.
-Las investigadoras, por lo general grupos de trabajo donde, se lo puedo asegurar, queridos lectores, a veces es más difícil coordinar esos grupos solo de “fisios” que si son heterogéneos (y es que somos muchas veces de lo más “puñetero” como colectivo, no vayamos a perder la autocrítica)

Y, por supuesto, la gestión en su versión más específica: la corporativa, cuyo más claro paradigma radica en los Colegios profesionales a nivel autonómico y en el Consejo General de Colegios de Fisioterapia a nivel nacional (un complejo ente donde, lamentablemente, se habla, en demasía, más de política que de fisioterapia, desde mi visión como profesional, y al que deberíamos dedicarle mención aparte).

Llegados a este punto les puedo asegurar, desde mi experiencia, que debo alabar la magnífica labor que viene realizando nuestra actual Junta de Gobierno del ICOFCV así como su Junta Permanente (créanme, lo conozco de primera mano, y he podido constatar la impresionante evolución de esta corporación en los últimos cuatro años), algo muy difícil de digerir cuando algunos colegiados prefieren criticar desde su sofá (como me recordaba el amigo Lloret) en lugar de participar en lo que yo denominaría, en buena parte, una gestión colectiva. Porque no lo olviden: es la asamblea general de colegiados la que “gestiona” finalmente, desde su soberanía colectiva, los designios de nuestra institución.

Otro gallo cantaría si la dirección de nuestros designios colectivos, y me refiero ahora a los fisioterapeutas que ejercemos en el ámbito público, estuviesen gestionados por los propios fisioterapeutas y no por medicina o enfermería, como lamentablemente está ocurriendo. No me interpreten mal: adoro a ambas categorías de profesionales sanitarios (me he criado entre ellos), pero somos “fisios”, ni médicos ni enfermeros (salvo ya contadas y valiosas excepciones), y cuando llevas casi treinta años (como es mi caso) en manos de otras categorías que ni conocen ni se interesan por tu problemática profesional,… así nos va. ¿O acaso se imaginan a un jefe de ingeniería que no sea ingeniero?, ¿o un jefe de servicio de medicina que no sea clínico?, ¿o más básico aún: un jefe de cocina que no se haya arrimado en la vida a los fogones?

Afortunadamente, contamos al menos con grandes supervisores y coordinadores de fisioterapia que, aun dependiendo jerárquicamente de direcciones médicas o de enfermería, han venido realizando una ingente labor en servicio de nuestros compañeros, como los ya jubilados Toni Casabella, Pepe Meliá, Manolo Granell, Vicente Toledo… y nuestros activos que son “peleones” desde sus actuales cargos, gestionando como buenamente pueden lo que les dejan esos “estamentos” que no se enteran de la misa la mitad. Me refiero a los buenos de mis amigos Antonio Jorge, Miguel Mateu, Elías Martí, Juan Rodrigo o Laura López, por no decir lo que un servidor intentó llevar a cabo durante los tres años que estuve en esa tesitura, la de coordinador-supervisor de fisioterapia en un departamento de salud: lo que los “de arriba” y “los de abajo” no me dejaron hacer, por muy buena intención que tuviera…

Sí, aquí llego a la parte final y más dura de esta disquisición (igual me la estoy jugando, pero tengo ya una edad que me permite decir ciertas cosas sin tapujos), y que resumo así: por muy buena formación que tengas como profesional, incluyendo cursos de gestión; por mucho que te informes y documentes sobre el “terreno de batalla” donde vas a lidiar, en este caso cuáles son tus recursos humanos y materiales; por muchísimos consejos y asesoramiento que puedas y debes recibir; por muy buenas intenciones que tengas de mejorar dichos recursos y por muchas reuniones y reuniones que hagas al respecto… si no te apoyan o secundan ni “los de arriba ni los de abajo” (esto es: tus superiores y tus inferiores en el mando, porque no olviden que en toda profesión existe una cimentada jerarquía), tu gestión se va al garete más temprano que tarde. Eso es lo que le pasó, por cierto (permítanme el símil histórico) a ese pobre buen hombre transalpino que intentó tomar las riendas de este loco y bendito país que es España: el efímero rey Amadeo de Saboya.

En definitiva, que aunque necesitemos más autogestión, debemos combinarla con mayor trabajo en equipo, mejor preparación e innovación, más compañerismo (¡caray, cada día me acuerdo de la sentenciosa frase que me dijo el gran Ginés Almazán: España sigue siendo un puñetero país cainita, José Ángel!) … y por supuesto, mayor autocrítica y capacidad de reconocer los fallos, e incluso, si ves que es imposible, llegar a dimitir (antes de que te dimitan). Yo lo hice y desde entonces, les aseguro, duermo como un bendito.

Tenemos mucho por hacer tanto en la gestión como en el día a día de todo fisioterapeuta, cuyos “jefes” finales realmente no son otros que los sufridos pacientes, esas personas que suelen querernos mucho a los fisioterapeutas, como decía hace poco nuestro decano Josep Benítez en un tribunal de tesis, pero que nos resulta continuamente difícil de evidenciar. ¿No creen?